miércoles, 6 de diciembre de 2006

Programas de radio

Aunque no soy de esas personas que están todo el día enganchadas a Radio Clásica (la antigua Radio Dios), sí creo que soy un buen degustador de los llamados programas de autor, que siempre defenderé. Aunque haya disfrutado sus programas en diócesis más pequeñas de lo que debiera, aprecio el trabajo de radiofonistas como Pepe Rey, García del Busto, Pérez de Arteaga, Gago, Palacios, Ana Vega Toscano, Iges, Pérez Maseda, Aracil, Palomero, Guibert, Suñén y tantos otros.

No obstante, hay algunos programas en los que me he sumergido hasta la coronilla, que han sido para mí una gozosa obsesión y de los que puedo decir que han llegado a formar parte de mi propia vida. Fueron A contraluz y Música reservata, del genial José Luis Téllez y lo sigue siendo La noche cromática, de mis queridos María Santacecilia y Jacobo Durán-Loriga. Vaya este laudatorio recordatorio laico tanto por él (el Téllez) como por ellos (Jacobo y María). Vale.

Las novelas de Pablo Tusset


En los últimos meses he leído las dos novelas de Pablo Tusset: Lo mejor que le puede pasar a un cruasán y En el nombre del cerdo, en orden inverso al de su publicación. Comprendo que Tusset pueda despertar pasiones encontradas, pero a mí me encanta. Me hace una gracia loca, se deja leer con facilidad y mantiene sin problemas la intriga a lo largo de toda la obra. Si tuviera que elegir una de las dos novelas, me quedaría con la primera (...el cruasán), por más auténtica y porque considero que su personaje principal (el inefable Pablo Miralles) y su final están algo más conseguidos que los de En el nombre del cerdo.

Creo que la expresión "magnífica gracia burra", que el llorado Ángel Fernández-Santos dedicó al Santiago Segura de la primera parte de Torrente (personaje a quien recuerda el citado Pablo Miralles), es perfectamente aplicable a Tusset, que combina el acertado humor de trazo grueso con mil sutilezas no tan evidentes.

Sólo veo un defecto en el corpus literario de Tusset: que sólo tiene dos novelas y que ya me las he terminado. Pablo, quillo, regálanos otra pronto.

Películas largas

Con el riesgo de pecar de reduccionista, voy a formular una opinión: hoy en día se abusa de la duración de las películas. En otros tiempos un director se pensaba muy mucho cuándo podía hacer una película más larga de lo normal: Griffith en Intolerancia, Kurosawa en Los siete samuráis, David Lean en El doctor Jivago, Stanley Kubrick en Espartaco o Barry Lyndon, obras maestras donde las haya. Ahora, en cuanto un director dispone de un montón de duros, enseguida cae una película de dos horas y media, sobre todo si es histórica. Algún Harry Potter, la segunda parte de Piratas del Caribe, Los Borgia o El perfume –sin ir más lejos- se resienten de un metraje excesivo y habrían ganado si sus respectivos directores se hubieran conformado con ceñirse al viejo patrón de la hora y media.