domingo, 4 de diciembre de 2016

Juan Pérez Floristán y Pablo Ferrández

He tenido el privilegio de escuchar en directo, hace varias semanas o meses, a dos instrumentistas españoles jovencísimos y de primerísima categoría. Si se hace justicia, no muy tarde habrán de ser reconocidos con ese marbete de “intérpretes de reconocido prestigio internacional” que he comprobado que suele adjudicarse a músicos más veteranos; para mí ya están entre los más grandes del momento. Al pianista Juan Pérez Floristán lo escuché en la Audiencia de Soria el 16 de septiembre acompañado por la Orquesta Sinfónica de Castilla y León dirigida por José-Rafael Pascual Vilaplana; al violonchelista Pablo Ferrández lo he escuchado el 22 de octubre en el Miguel Delibes de Valladolid con la misma orquesta dirigida por Pinchas Zukerman.


Pascual Vilaplana es un músico excelente que ha sido injustamente encasillado (y no es el único) en el mundo de las bandas de música cuando merecería mejor suerte como director de orquesta; a Pinchas Zukerman hay que agradecerle que acompañó muy bien a Ferrández en Haydn, pero dirigió en la segunda parte una Primera sinfonía de Brahms que se le ‘cayó’ en más de un pasaje: o tuvo un mal día o desmerece como director de una orquesta grande de la condición de leyenda viva del violín y la viola que es o fue.
La OSCyL sonó estupendamente en las dos plazas; es lo habitual en Valladolid y nos congratulamos de que, después de unos años tal vez de desidia, haya decidido volver a poner toda la carne en el asador cuando viene a tocar a Soria.
Juan es, por añadidura, hijo de uno de los mejores profesores que he tenido nunca: Juan Luis Pérez.

sábado, 7 de mayo de 2016

Déjame volar


Con más prisa de lo deseable, el pasado sábado por la tarde subí al hipermercado a buscar discos para regalar a una persona que gusta de la música de los cantautores. No había mucho donde elegir y resolví la papeleta con sendos discos de Leonard Cohen e Ismael Serrano, pero pude constatar que una de las personas de la que más discos había en el citado establecimiento era una cantante apodada 'La Húngara', de quien nunca había oído hablar y cuyo estilo supuse, por el aspecto de las portadas, más deudor de los efluvios de lo andalusí que cercano al de una Márta Sebestyén.

Tras someras búsquedas por Google y YouTube para documentarme un poco, he llegado a la conclusión que La Húngara es la verdadera princesa del pueblo, con su trabajo como cantante y como letrista o compositora ocasional y no gracias al cuento que le echan otros. La artista ecijana es la verdadera 'madre coraje' de la música española. No tengo claro que con A mi Laura y, sobre todo, con Déjame volar, La Húngara pretendiera proseguir la estela del dramón incestuoso iniciado por Pimpinela, pero lo que sí ha conseguido sin seguramente buscarlo es crear dos auténticos himnos a la emancipación de la mujer, sin ambages ni aspavientos.

Hay en la segunda de estas canciones unos versos que a mí me parecen memorables: “Cómo pasa el tiempo, / mi Sonia O'Hara se me hace grande; / parece que fue ayer / cuando sólo quería con su madre; / sólo piensa en salir / y siempre quiere recogerse tarde.” Aviso para navegantes: O'Hara no es el apellido del padre, sino el segundo nombre de la muchacha, para distinguirla de la madre, Sonia a secas de nombre y Priego de apellido.